Eyioco e Iré eran amigos y andaban siempre juntos. Un día, Eyioco fue a verse con Orula para contarle lo que había soñado. Entonces Orula da un consejo a Eyioco y lo mandó a hacer rogación, pero este no hizo caso, no porque no quisiera, sino porque no escuchaba consejos de nadie.
A pesar de que Iré siempre le acompañaba, llegó el día en que Eyioco se apartó de Iré, porque decía que él sabía más, o al menos, eso era lo que le habían hecho creer sus amistades.
Eyioco siguió porfiando y desobedeciendo los consejos de Orula, y un día Iré fue a casa de Orula para darle las quejas y para que nuevamente aconsejara a Eyioco, pero este tampoco oyó los consejos.
Otro día Orula mandó a decirle a Eyioco con Iré, que cuando fuera caminando y lo llamaran no virara la cara para ese lugar, pero hizo caso omiso a lo que le indicó el Adivino y por poco lo matan. Se salvó gracias a que los Ibeyis lo sacaron de la trampa.
Orula dice: «Escucha el consejo de un amigo». Esta historia nace en el oddun eyioco del Diloggún.